Una de las más brillantes y polémicas películas históricas del épico
Cecil B. DeMille, que ya en el cine mudo había dado muestras de su magna
visión cinematográfica con títulos como Los diez mandamientos (1923) y
Rey de reyes (1927). En esta ocasión, y sobre el texto de una obra de
Wilson Barrett, nos cuenta la historia de cómo Nerón incendió Roma
culpando de ello a los cristianos para justificar su persecución de cara
al pueblo. Aunque lo más destacado de la función acabó siendo el
latente erotismo mostrado por Claudette Colbert (como la malvada
emperatriz Poppea), bañándose en leche de cabra ante la atenta y lasciva
mirada de Nerón (un superlativo Charles Laughton).
Además, la película estaba repleta de orgías, sadismo y otras
actividades sexuales, estrenándose íntegra ya que todavía no estaba
instaurado el código censor. DeMille ya había dirigido una primera
versión sobre el tema en 1914. Para este remake gastó 650.000 dólares,
rodándola en tan solo ocho semanas. Constituyó un enorme éxito de
taquilla y obtuvo una nominación al Oscar a la mejor fotografía (Karl
Struss).
DeMille era un director tan enérgico (o incluso más) que Ford, e
infundía en sus rodajes una tensión que trascendía e impulsaba la acción
con un ritmo vibrante que jamás desfallecía. Un buen ejemplo de esto es
“El signo de la cruz”, rompedora en más de un sentido (casi “gore”),
con el ínclito Fredric March (menudo carrerón) ejerciendo de macho alfa
dominante. La película en sí retrata a la perfección los pormenores de
la época, la visión de los cristianos como secta proscrita, y lo hace
desde la dureza de lo que conllevaba (sin escatimar un ápice de
violencia). Luego vendría LeRoy y nos ofrecería una versión más
edulcorada y familiar. A la postre la moraleja es la misma, la fe
inquebrantable más allá del dolor y el sufrimiento consigue la
conversión del más incrédulo y escéptico (¿o tal vez fue el triunfo del
amor sobre lo humano y lo terreno?). Con todo, altamente recomendable,
para apreciar como se merece a un gran director. Excelente fotografía
(gloriosas armaduras brillando al sol).
“El signo de la cruz”, de la que siempre se había dicho que como se
hizo antes de que entrara en vigor la ley de censura que impuso el
senador del Partido Republicano William H. Hays, conocida como el código
Hays, Cecil B.DeMille realizó una película cargada de erotismo y de
violencia con orgías y toda una serie de atractivos sensuales, que en
realidad no es para tanto ni mucho menos.
Todo reside en la pericia de Cecil B. De Mille para insinuar y poner en pantalla el estímulo que hará que el espectador imagine y vea en su mente lo que no se ve en la pantalla. Unicamente, como siempre, hay más permisividad en el uso de la violencia y en los minutos finales en el circo romano, muy bien hecho por cierto.
Para mi gusto, lo mejor de la película es la fotografía sobre todo de los excelentes trajes de los romanos con armadura y la secuencia final en la que triunfa el amor sobre la muerte. Muy bien elegido el actor que hizo de Nerón, Charles Laughton, aunque prefiero el de Qwo Vadis, de Mervin Leroy con Peter Ustinov.
Todo reside en la pericia de Cecil B. De Mille para insinuar y poner en pantalla el estímulo que hará que el espectador imagine y vea en su mente lo que no se ve en la pantalla. Unicamente, como siempre, hay más permisividad en el uso de la violencia y en los minutos finales en el circo romano, muy bien hecho por cierto.
Para mi gusto, lo mejor de la película es la fotografía sobre todo de los excelentes trajes de los romanos con armadura y la secuencia final en la que triunfa el amor sobre la muerte. Muy bien elegido el actor que hizo de Nerón, Charles Laughton, aunque prefiero el de Qwo Vadis, de Mervin Leroy con Peter Ustinov.
La famosa escena de Claudette Colbert que hace de Popea, la esposa de
Nerón, bañándose en una piscina llena de leche de burra, sólo tiene de
erotismo la cara de Popea, que es en realidad el elemento más sensual de
toda la película, su cara. Lo demás son insinuaciones. El famoso tema
de los pezones de la actriz mientras se baña es un visto y no visto
insignificante.
La escena de la chica semidesnuda en el circo y el gorila que se acerca, no es nada porque se acerca y se cambia de escena y todo queda dicho por las caras de los espectadores romanos y por los gritos que se oyen, pero no se ve nada, al igual que la de la chica atada en horizontal para que se la coman cuatro cocodrilos, o los elefantes pisando las cabezas de los cristianos atados al suelo y el espectador se puede imaginar qué pasará pero no lo ve.
Toda la sensualidad de las llamadas orgías romanas se basa en trajes y sedas y en ese sentido es igual de efectiva su posterior película Cleopatra realizada después del código Hays y poco se tienen que envidiar en cuanto a sensualidad y no a erotismo que no lo hay.
La escena de la chica semidesnuda en el circo y el gorila que se acerca, no es nada porque se acerca y se cambia de escena y todo queda dicho por las caras de los espectadores romanos y por los gritos que se oyen, pero no se ve nada, al igual que la de la chica atada en horizontal para que se la coman cuatro cocodrilos, o los elefantes pisando las cabezas de los cristianos atados al suelo y el espectador se puede imaginar qué pasará pero no lo ve.
Toda la sensualidad de las llamadas orgías romanas se basa en trajes y sedas y en ese sentido es igual de efectiva su posterior película Cleopatra realizada después del código Hays y poco se tienen que envidiar en cuanto a sensualidad y no a erotismo que no lo hay.
La película recrea la vida bajo el Principado de Nerón. En ese trance,
el Prefecto de Roma se enamora de Marcia, una joven cristiana. Pero, a
su vez, en uno de los favoritos de Popea, la consorte del Emperador
(Charles Laughton). Entretanto, se ve la predicación de Tito, discipulo
de Pablo y la progresiva difusión del cristianismo, con sus seguidores
reunidos en cónclaves secretos. También las salvajes costumbres
circenses de Roma, luchas de gladiadores, mujeres contra enanos, y el
lanzamiento de fieras sobre las personas, por ejemplo prisioneros
cristianos. La película tiene buena indumentaria -no me convenció en
cambio tanto la recreación del protagonista con aspecto del Dante, con
una especie de capucha y laureles-. El ritmo es aceptable, pero tiene
algunos altibajos, no logra ser tan atrayente como en otras películas
del género. Por lo demás, escenas de elevado sadismo, como la de
elefantes pisoteando personas, filmados con gran realismo, o una mujer
sobre la que se lanza una manada de cocodrilos. En cojunto, se puede ver
con algún interés.
TÍTULO ORIGINAL | The Sign of the Cross |
---|---|
AÑO | 1932 |
DIRECTOR | Cecil B. DeMille |
GUIÓN | Waldemar Young & Sidney Buchman |
MÚSICA | Rudolph Kopp |
FOTOGRAFÍA | Karl Struss (B&W) |
REPARTO | Fredric March, Charles Laughton, Claudette Colbert, Elissa Landi, Ian Keith, Vivian Tobin, Nat Pendleton |
PRODUCTORA | Paramount Pictures |
PREMIOS | 1933: Nominada al Oscar: Mejor fotografía |
SINOPSIS | Imperio Romano, siglo I d. C. Después del gran incendio de Roma, el emperador Nerón, decide culpar a los cristianos y publica un edicto por el cual todos ellos deberán ser arrestados y enviados a la arena del circo. Entre los detenidos se encuentran dos viejos cristianos y la hermosa hija de uno de ellos, de la que se enamora Marcus: el más alto funcionario de Roma. |
CRÍTICAS |
---------------------------------------- "Gran película que sufrió las consecuencias de la entrada en vigor del código de censura de Hays" (Fernando Morales: Diario El País) ---------------------------------------- |
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